Día mundial de la fotografía

ARTÍCULO

DÍA MUNDIAL DE LA FOTOGRAFÍA

POR: JULIO A. LARRAMENDI

Apropósito de la celebración el 19 de agosto del Día mundial de la Fotografía.  

Desde los orígenes hasta la proclamación de la República de Cuba. 

El 7 de enero de 1839 es presentado ante la Academia de Ciencias de Francia el procedimiento de Louis Jaques Mandé Daguerre (1789-1851) para fijar imágenes. Menos de tres meses después la noticia llega a Cuba, y en la primera plana del Diario de La Habana del 28 de marzo, bajo el título «Fijación de las imágenes en la cámara oscura», se traduce el texto íntegro del artículo publicado en la Gazette de France por H. Gaucheraud, con la descripción del descubrimiento. 

Pocos meses después, una vez adquirida la patente sobre la invención, y reconociendo la importancia y alcance de la misma, el gobierno francés decide ofrecerla gratuitamente a todo el mundo, el 19 de agosto de 1839 y es en saludo a esa fecha que se celebra el Día Internacional de la Fotografía. 

El 5 de abril de 1840 el diario Noticioso y Lucero de La Habana informa de la introducción del primer aparato, basado en los diseños de Niepce y Daguerre: 

Considerando el atraso de las bellas artes en la Isla de Cuba, lejanos del centro de invención y movimiento científico no esperábamos que a la verdad este descubrimiento penetrase tan pronto hasta nosotros. Afortunadamente nos hemos equivocado. El excelentísimo Señor Pedro Téllez Girón, hijo de nuestro digno Capitán General, joven ilustrado, conocedor entusiasta de las invenciones útiles, hizo venir de Paris un Daguerrotipo. El curioso aparato llegó a esta capital en mal estado, inservible; manchadas las láminas metálicas, rotos los frascos de reactivos, y el termómetro. 

Por de pronto se creyó irreparable este fatal contratiempo, pero SE constante en su celo, firme en su decisión solicitó y obtuvo de Don Luis Casaseca la reparación del instrumento. 

El ilustre joven tuvo inmediatamente el placer de ver coronado su primer ensayo de aplicación por un éxito felicísimo copiando por medio del Daguerrotipo la vista de una parte de la Plaza de Armas, que representa el edificio de la Intendencia, parte del cuartel de la Fuerza, algunos árboles del centro de la misma plaza y en último término el cerro que al E de la bahía contribuye a formar el puerto de La Habana todo con una perfección en los detalles que es verdaderamente admirable. 

Aunque el autor del primer daguerrotipo “cubano” ya había dejado aquel «juguete» un tanto complicado, otros calcularon muy bien su potencial comercial: entre mayo y noviembre de 1840 en el Diario de La Habana se anuncia que la tienda El Buen Gusto de París ofrece «…daguerrotipos de varios tamaños y precios» y «…una máquina de daguerrotipo y planchas sueltas par id…»; se brinda también una sucinta explicación de la novedad: «…especie de cámara oscura inventada por Mr. Daguerre que por medio de la reflexión de la luz se pintan los objetos por sí mismos…». 

Mientras esto ocurría, en diciembre de 1840 regresa a La Habana, provisto de una novísima cámara de espejo de Alexander Wolcott y el proceso químico de John William Draper, el norteamericano George Washington Halsey, quien había vivido tres años en la ciudad, trabajando como profesor de caligrafía y dibujo. Junto con su equipamiento, Halsey trajo las experiencias de trabajo en varias ciudades norteamericanas y la comprobación, in situ, del éxito instantáneo de las miniaturas con daguerrotipo en Nueva York. Conociendo el terreno que pisaba, no le pasaron inadvertidas las enormes posibilidades del retrato en la rica sociedad habanera. 

El avispado norteamericano recibió permiso para anunciar las bondades de su máquina en función del paisaje y el retrato, y el 3 de enero de 1841, en la azotea del Real Colegio de Conocimientos Útiles, en la calle Obispo 26, hoy sede del hotel Ambos Mundos, abrió sus puertas el estudio de Halsey, lo cual convirtió a Cuba en el segundo país del mundo (después de Estados Unidos) en contar con este tipo de establecimiento comercial. El retratista le da un gran valor a la publicidad: inserta tres anuncios diferentes, en menos de dos meses, en el Noticioso y Lucero de La Habana. 

Durante varios años, en medio de avances significativos en los equipos, los medios de registro y su procesamiento, los «fotógrafos» se dedican a retratar, primero a los habaneros y, después, con el surgimiento de estudios en las principales ciudades del país, a todo aquel que tuviera los recursos para hacerlo… y el estoicismo para soportar la inmovilización de la cabeza por varios minutos, muchas veces bajo la luz solar directa, lo que fue, por varios años, objeto de la burla en periódicos satíricos como Don Junípero y El Moro Muza. 

Los primeros retratos que se comercializaron fueron daguerrotipos, en hermosos estuches de los más variados diseños para protegerlos. En la década del cincuenta, las imágenes ya impresas en papel se mostraban en álbumes y en las muy famosas entonces cartes-de-visite, patentadas en París por André-Adolphe-Eugène Disdéri. Años después mejoraron los procesos y crecieron los formatos. 

En la primera mitad de esa misma década se sustituyó el daguerrotipo por las placas húmedas de coloidón; ello permitía obtener un negativo con el cual ya se podían hacer reproducciones en papel. Por la misma época se introducen en Cuba, con variado éxito, diversos procedimientos como el ambrotipo, el ferrotipo, la fotografía al carbón y la albúmina. 

En 1855 aparece, en la Revista de la Habana, el primer artículo referido a la fotografía, con una dedicatoria «a los fotógrafos de La Habana». Su autor, José de Jesús Quintiliano García y Valdés, realiza un bien documentado resumen sobre el surgimiento de la fotografía y muestra las enormes posibilidades que ya entonces ofrecía este nuevo medio de registro de imágenes, en esferas tan variadas como la Historia Natural, la reproducción de obras de arte, la Arqueología, la Astronomía, la Geología, la identificación de los presidiarios, la venta de solares y otros fines. Y concluye: «Ilustrar un periódico con grabados fotográficos, publicar viñetas dibujadas y grabadas por el Sol… ¡hace sesenta años que era esto una locura ridícula; diez años atrás un sueño; ayer una esperanza; hoy una realidad!». 

Según el Anuario y Directorio de la Habana de 1859, funcionaban quince galerías, muy lujosas, en las comerciales y céntricas calles de Obispo y O’Reilly. Entre los nombres de los retratistas al daguerrotipo sobresalen el de Encarnación Iróstegui (o Irástegui), la primera fotógrafa cubana; Esteban Mestre, autor de fotografías de importantes sucesos de la vida en la capital, incluida la primera fotografía conocida de José Martí, tomada en 1862, y de edificios, calles y paseos, y Charles DeForest Fredricks (1823-1894), quien nos legó hermosas imágenes de La Habana. 

Fredricks, además de un excelente artista, fue un visionario del negocio fotográfico; después de recorrer con su cámara las costas de América del Sur entre 1844 y 1853, estableció su oficina central en Nueva York, con filiales en Brasil, Uruguay, Argentina y Cuba, aquí en 1857 bajo el nombre C. D. Fredricks y Daries, en la calle Habana. Cohner, un exquisito retratista de la alta sociedad capitalina, tuvo la desgracia de ser alcanzado por las balas de los Voluntarios mientras se encontraba en un café habanero en enero de 1869, el día de los sucesos del teatro Villanueva, cuando los asistentes a la velada fueron reprimidos por los españoles, con el saldo de tres muertos y numerosos heridos. 

 Ya en 1860, el pintor y fotógrafo norteamericano Osbert Burr Loomis realiza el primer panorama fotográfico de la ciudad, consistente en una serie de ocho imágenes unidas en un álbum continuo de 25,5 x 239,5 cm, dedicado al Sr. Excelentísimo Francisco Serrano y Domínguez, Conde de Santa Clara y registrado en los archivos del distrito sur de Nueva York, donde se imprimió. 

Sobre este trabajo el Diario de La Habana escribió: 

Hemos tenido ocasión de ver el magnífico panorama fotográfico de La Habana y sus alrededores sacado últimamente por el daguerrotipista Loomis de esta ciudad y que a nuestro juicio debe considerarse como una de las obras más perfectas de su clase. El que quiera estudiar la posición de la capital de Cuba, sin que falte en ella ni en sus inmediaciones hasta el pormenor más insignificante no tiene más que consultar el panorama a que nos referimos, donde todo está marcado con la mayor claridad y exactitud. La bella obra de Mr. Loomis no es más que la fiel reproducción de la naturaleza, con esto creemos haberlo dicho todo. Según tenemos entendido, el autor del panorama se propone abrir una suscripción, si es que no la ha hecho ya, a fin de cubrir no sólo los gastos que le ha ocasionado la obra, sino que debe originarse la multiplicación de los originales que se propone obtener. De esta manera, por muy poco dinero se podrá hacer su adquisición. 

Como una demostración de la importancia que la fotografía había ganado para entonces (1860), el periódico crítico-literario semanal La Charanga decide cambiar la viñeta del machón, para incluir en ella a un fotógrafo. 

El periódico dominical Don Junípero, dirigido por Landaluze, en su edición del domingo 25 de enero de 1863 publica una nota para recomendar el trabajo de tres estudios fotográficos habaneros, en primer lugar, el de Fredricks, del cual destaca la obra del artista Herlitz en la iluminación de las imágenes: 

«Una fotografía pintada por Herlitz, es además de un exacto retrato, una obra de arte que merece figurar en primera línea en el gabinete del más escrupuloso aficionado á la pintura». 

Ya por estas fechas varios fotógrafos, con sus pesados equipos a cuestas, se aventuran a tomar imágenes lejos de sus estudios, mostrando una ciudad en pleno crecimiento y estampas de nuestros campos. 

El 8 de agosto de 1863 se realiza el acto oficial para el inicio del derribo de las murallas de La Habana. Don Junípero publica un hermoso grabado y Esteban Mestre logra, una vez terminado el acto, que la comitiva, presidida por el capitán general de la Isla, Domingo Dulce Garay, pose para su cámara. El diario La Prensa así lo reporta: 

La ceremonia había concluido. 

S. E. saludó á toda la concurrencia y comenzó á bajar la anchísima escalera llevando siempre á su derecha al señor Obispo y á su izquierda al señor General de Marina, y en torno suyo el Ayuntamiento, Oficiales Generales, Grandes cruces, títulos de Castilla y personas distinguidas, resonando las músicas militares con la Marcha Real, á la vista de S. E. 

En este órden, se detuvo todo el cortejo á la mitad de la gran escalera, permaneciendo todos allí durante diez minutos, el tiempo necesario para que un fotógrafo, situado con su aparato en un balcón de la calle de O’Reylli, esquina a la plazuela, sacase aquella vista imponente, para mandarla á Madrid y para que pueda poseerla el pueblo de la Habana. 

 Dos días más tarde, al recibir una copia impresa de la imagen, el propio diario publica la que probablemente sea la primera crítica periodística de una obra fotográfica: «El golpe de vista es exacto, bello e imponente, siendo de sentirse que los retratos no hayan salido más claros, al menos en la tarjeta que tenemos a la vista. A saberse que iba a sacarse esta vista fotográfica, la brillante concurrencia invitada a la ceremonia pudo colocarse de otro modo en la gran escalinata, para mayor ostentación». 

La Guerra de los Diez Años iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, redujo la actividad comercial de la fotografía en Cuba. De estos años poco se ha conservado: Álbum Histórico Fotográfico de la Guerra de Cuba, desde su principio hasta el Reinado de Amadeo I, dedicado a los beneméritos cuerpos del Ejército, Marina y Voluntarios de la Isla (La Habana, Impr. La Antilla de Cacho-Negrete, 1872), con texto de Gil Gelpí y Ferro acompañado de 24 imágenes del fotógrafo gallego Leopoldo Varela y Solís, y el Álbum la paz de Cuba. Ocurrencias de la campaña de Cuba durante el tratado de paz (La Habana, Impr. La Propaganda Literaria, 1878), con 17 fotografías de Elías Ibáñez, quien viajó por los campamentos mambises de Oriente en los días previos al Pacto del Zanjón. 

Los años posteriores al conflicto trajeron nuevos aires a la fotografía. En 1881 se crea el Taller de Fotograbados, primero de su tipo en Cuba, establecido por Francisco Alfredo Pereira y Taveira, donde progresivamente se introducen los procesos de fototipia y fotolitografía y, además de producir las ilustraciones de Landaluze para Tipos y costumbres de la Isla de Cuba, se realizaron luego los fotograbados para las revistas La Habana Elegante y El Fígaro. 

En enero de 1882 se publica el número inicial del Boletín Fotográfico, primera publicación especializada en América Latina. Comienzan a producirse las primeras películas cubanas con emulsiones preparadas para nuestras condiciones de calor y humedad, bajo el nombre comercial de Placas Secas de Gelatina Bromurada, Tropical Cubana. 

Un año más tarde, en abril de 1883, se unen 23 fotógrafos en la Asociación Fotográfica de Aficionados de Cuba, denominada en 1884 Asociación Fotográfica de La Habana. 

La inscripción se hacía por invitación y se extendía a personas distinguidas en el progreso de la fotografía. Robert M. Levine, en su obra sobre Fredricks, menciona una Sociedad Fotográfica 

Cubana en fecha tan temprana como 1857. 

Después del éxito logrado con el empleo de la fototipia en el libro Tipos y costumbres de la isla Cuba, Taveira continuó con sus investigaciones para mejorar el procedimiento y usarlo en la ilustración de publicaciones periódicas. El 4 de febrero de 1883, en la revista El Museo, aparece la primera reproducción por medio fotolitográfico en una publicación de este tipo: el retrato de Gertrudis Gómez de Avellaneda realizado por Taveira; pocos días después, el 25 de marzo, en el retrato del abogado Nicolás Azcárate, se utiliza, por primera vez, el medio tono. 

A partir de este avance tecnológico, la fotografía comienza paulatinamente a sustituir al grabado, hasta llegar a las publicaciones ilustradas enteramente con imágenes captadas por la cámara, como La Caricatura, La Discusión, El Fígaro, La Ilustración Cubana, La Habana Elegante, El Hogar, Cuba y América (realizada por cubanos en Nueva York y luego en La Habana, en ambos casos bajo la dirección de Raimundo Cabrera), entre otras publicaciones, ahora más atractivas a la vista. 

Surge entonces la necesidad de fotógrafos dedicados a esa actividad, algunos, en exclusiva para estos medios. Entre ellos destacan Rafael Blanco Santa Coloma (1867-1929), Juan F. Steegers (1855-1921), Gilbert, Martínez, Antonio Desquirón (?-1918), Quiñones y José Gómez de la Carrera (?-1908), quien como corresponsal de guerra visitó tanto los campamentos españoles como los mambises e ilustró para periódicos españoles y norteamericanos la contienda iniciada en Cuba en 1895. 

Varios fotógrafos cubanos se van al exilio, entre ellos Andrés I. Estévez, quien establecido en Cayo Hueso registra en 1891 un hermoso retrato de José Martí y otro del Comité Organizador de patriotas cubanos de esa ciudad, y el patriota y fotógrafo Juan Bautista Valdés, que tomó en 1892, en Jamaica, una de las mejores imágenes del Apóstol. Martí le dedica una de las copias: 

A un hijo de sí mismo, ejemplo y honra de su patria; 

a un artista fino y concienzudo, el fraternal amigo 

Juan Bautista Valdés, de su 

José Martí 

De esta etapa quedan los dramáticos testimonios gráficos de los fotógrafos Pedro J. Pérez, Joaquín López de Quintana (1869-1935), Gregorio Casañas (?-1907) y otros, sobre la reconcentración decretada en 1896 por el capitán general Valeriano Weyler para cortar el apoyo campesino a los mambises. 

Un suceso que cambiaría el curso de la Guerra de Independencia, la explosión del acorazado norteamericano USS Maine en la bahía habanera el 15 de febrero de 1898, utilizado como pretexto para la intervención del ejército norteño, fue captado por Gómez de la Carrera, quien además fue designado fotógrafo oficial de la comisión investigadora del hundimiento. El oficial del ejército español Pedro de Barrionuevo toma imágenes de la tragedia horas después del suceso. 

El 21 de abril de 1898 Estados Unidos declara la guerra a España; se realiza un bloqueo naval a los principales puertos, algunos de los cuales son bombardeados; es destruida la escuadra española, al mando del comandante Pascual Cervera, quien, por orden del capitán general de la Isla, Ramón Blanco y Erenas, trata de salir del puerto de Santiago de Cuba, y comienza el desembarco de las tropas norteamericanas por las cercanías de esa ciudad. 

La situación fue aprovechada por el magnate de la prensa estadounidense William Randolf Hearst, quien envió al teatro de operaciones a un total de 89 fotorreporteros. 

Con la guerra prácticamente ganada por los independentistas, el gobierno norteamericano obligó a los españoles a firmar el Tratado de París, sin la presencia de los cubanos, y ocupó la Isla. El 1.º de enero de 1899, en el Castillo de los Tres Reyes del Morro, en presencia del general español Adolfo Jiménez Castellanos y del interventor mayor general John R. Brooks, fue arriada la bandera española e izada la de las barras y las estrellas, momentos captados por varios fotógrafos, incluido el ubicuo Gómez de la Carrera. 

En los tres años que duró la primera intervención estadounidense, numerosos fotógrafos, cubanos y extranjeros se dedicaron a recrear los sitios más pintorescos de la ciudad y los eventos sociales que ocurrían. 

Desarmado el ejército mambí, impuesta por los norteamericanos la Enmienda Platt que coartaba la libertad de la nación y un presidente, don Tomás Estrada Palma, que defendía los intereses del vecino del norte, el 20 de mayo de 1902 se proclama la República de Cuba, simbólicamente representada con el izamiento de nuestra bandera en el Morro y en el Palacio de los Capitanes Generales. A este último lugar asistió el Generalísimo Máximo Gómez y el momento fue captado por el omnipresente Gómez de la Carrera. En el Morro, como una premonición, la bandera cubana se enredó con uno de los cordeles, lo que fue registrado por el fotógrafo Adolfo Roqueñí (?-1964). 

Fue el inicio de una nueva etapa, llena de contradicciones, avances y retrocesos, de consolidación de la identidad nacional y de apertura de enormes posibilidades creativas para el pujante movimiento fotográfico del país, que adquirirá características propias y comenzará a ser conocido fuera de sus fronteras como la Fotografía cubana. 

Continuará… 

Nota: la base de este trabajo es el libro “La Habana. Imagen de una ciudad colonial, de los autores Zoila Lapique y Julio Larramendi. Ediciones Polymita, 2013. 

Las imágenes pertenecen a las colecciones de la Biblioteca Nacional José Martí, el Archivo Nacional de Cuba, la Fototeca de la Oficina del Historiador de La Habana, la Fototeca de la Habana y colecciones privadas. 

FOTOS

29+