La Virgen de la Caridad de El Cobre en el alma del pueblo cubano.

ARTÍCULO

LA VIRGEN DE LA CARIDAD DE EL COBRE EN EL ALMA DEL PUEBLO CUBANO.

POR: MONSEÑOR DIONISIO GARCÍA IBÁÑEZ

 Texto de Monseñor Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba en el prólogo al libro La Virgen de la Caridad de El Cobre en el alma del pueblo cubano, (Ediciones Polymita, 2014). 

El encuentro de la Virgen con nuestro pueblo comenzó, como dice Emilio Cueto en su libro, “sin grandilocuencia, despliegue de armas o banderas, solemnidades, discursos ni protocolo”, cuando hace más de 400 años, según cuentan los documentos de la época, dos indios y un pequeño negro esclavo encontraron una imagen suya en la Bahía de Nipe flotando sobre una tabla que decía “Yo soy la Virgen de la Caridad”. La contemplaron con ojos de fe y la acogieron con aprecio y devoción. Así comenzó esta relación creciente entre Ella, la madre de Jesús, y el pueblo cubano. 

Más tarde fue llevada al poblado de El Cobre y, con los años, comenzamos a llamarla Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. Pronto le levantaron una ermita y después un santuario. 

Comenzaron las perigrinaciones primero de santiagueros y bayameses y, después, de toda Cuba, de tal manera que, desde el año 1861 al 1867 visitaron su Santuario y dejaron sus nombre y ofrendas, personas provenientes de 132 localidades de Cuba, desde la occidental Pinar del Rio, hasta Baracoa. Cuando tímidamente Cuba comenzó a tomar conciencia de nación Ella también comenzó a ser símbolo de lo que nos es propio, de lo que nos distinguía de España. En las guerras de independencia se hizo mambisa y después la consideramos Nuestra Patrona. Actualmente la devoción a la Virgen de la Caridad atrae anualmente a cientos de miles de fieles y visitantes a su Santuario de El Cobre. Estas peregrinaciones no son cosa del pasado, constituyen un acotencimiento y una tradición viva, que se recrea y renueva en cada época permaneciendo fiel a sus orígenes. 

A la Virgen de la Caridad nos gusta vestirla de azul con los tres cubanos en el bote que, de algún modo, representan al pueblo, y también vestirla con las ropas color dorado propios de una reina; nos atrevemos, en tono de confianza, a llamarle “Cachita”. Otros identifican su imagen con un santo del panteón yoruba y otros que, sin tener fe, reconocen la presencia benéfica de la Virgen de la Caridad a lo largo de nuestra historia. 

Cada pueblo tiene su manera privilegiada de sentir el amor a Dios, el pueblo cubano lo descubre en el amor materno que experimentamos en la Virgen de la Caridad. Por eso se siente convocado por esta pequeña y hermosa imagen. 

Todos los caminos de Cuba conducen a El Cobre: “donde la amada Virgencita, siempre la misma, aunque nosotros hayamos dejado de ser los mismos, nos espera para acoger, bendecir y unir a todos los hijos de Cuba bajo su manto de madre. A sus pies llegamos sabiendo que nadie sale igual a como llegó. Allí se olvidan los agravios, se derrumban las divisiones artificiales que levantamos con nuestras propias manos, se perdonan las culpas, se estrechan los corazones” (Carta Pastoral del episcopado cubano “El amor todo lo espera”, 8 de septiembre de 1993). 

Nota: las fotografías escogidas para este trabajo aparecen entre las 1057 imágenes publicadas en el libro citado y a la obra de próxima aparición, “Creencias en Cuba”, del autor Juan Nicolás Padrón, Ediciones Polymita, 2020. 

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