Angerona: El sueño cubano de dos culturas

ARTÍCULO

ANGERONA: EL SUEÑO CUBANO DE DOS CULTURAS

POR: JULIO A. LARRAMENDI

Después de cabalgar por una hora, los dos hombres se detuvieron. Mientras uno de ellos mostraba el enorme terreno en venta, el otro, poco ducho en el arte de montar, se acomodaba en el lomo de la bestia. Ya recuperado, Cornelio Souchay comenzó a disfrutar de la verde pradera salpicada de suaves colinas, y como en una revelación, fue imaginando cada espacio de lo que sería su sueño hecho realidad: Angerona, el más hermoso cafetal de Cuba. 
 
Era 1813 y empezaba una extraordinaria aventura para el teniente coronel Cornelio Souchay Escher. Nacido el 21 de octubre de 1784 en la ciudad alemana de Hanau, en el seno de una acomodada familia de hugonotes franceses emigrados a Alemania a finales del siglo xvii, llegó a Cuba en 1807,  en busca de fortuna, como la mayoría de los emigrantes, y nunca regresó a Europa. Sus conocimientos del inglés y el español y sus habilidades como comerciante le permitieron progresar rapidamente en La Habana y, en pocos años, acumular una sólida fortuna. 
 
En la capital conoció a la joven Úrsula Lambert, negra haitiana nacida libre y emigrada a Cuba huyendo de la revolución de Saint-Domingue. Inteligente y trabajadora, Úrsula habia prosperado en su pequeño negocio. 
 
El encuentro de las dos razas y culturas fue explosivo. Cada uno encontró en el otro la pasión del cuerpo y el impulso espiritual para realizar sus aspiraciones. Fue ella quien sugirió la inversión en el café, bebida que ya se había instalado definitivamente en los salones europeos y americanos. Ella también le dio el nombre al cafetal: Angerona, la diosa romana del silencio y la fertilidad. El silencio que presidiría sus relaciones y la fertilidad necesaria para producir en abundancia el rojo grano. 
 
Situado en el kilómetro 5 de la carretera de Artemisa a Cayajabos, Angerona en pocos años llegó a ser el más espléndido y productivo cafetal de Cuba. Con 450 esclavos, cifra enorme para una sola plantación, un cuarto de siglo después de fundado abarcaba 40 caballerías con más de 625 000 cafetos, centenares de árboles frutales y de maderas preciosas, hortalizas, viandas y un pequeño cañaveral con su trapiche. 
 
La llegada de Úrsula a Angerona aportó la organización imprescindible e impuso a su alemán, a fuerza de «persuasión femenina», un trato menos inhumano a los esclavos y mejores condiciones de vida. Ella se encargaba de adiestrar a las jóvenes esclavas en las tareas domésticas, atendía una pequeña tienda donde se podían adquirir variados productos de primera necesidad, la enfermería y a los niños recién nacidos. 
 
En lugar del siempre lúgubre barracón, los esclavos del cafetal vivían en chozas individuales de piedras, tablas y guano, en un espacio amurallado, con una torre de vigilancia y un gran portón enrejado como único acceso, que se abría solo dos veces al día: al amanecer para ir a trabajar y el atardecer, al regreso de las faenas. 
 
Muchos visitantes ilustres llegarían al cafetal: José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero, el español Jacinto Salas y Quiroga; el párroco Abiel Abbot describió en una hermosa carta las bondades del lugar, y el joven Cirilo Villaverde, poco después de publicar la primera parte de Cecilia Valdés, aseguraba: «Todo en aquella finca respiraba aire extranjero. El orden de las fábricas, su disposición, las máquinas, los útiles para ahorrar brazos […] los muebles, la prisión, el hospital, los jardines, todo está diciendo claramente que allí han prendido el gusto, la constancia y el ingenio del extranjero, del sesudo alemán, en fin». 
 
Cornelio murió en La Habana el 12 de junio de 1837 y fue enterrado en el cementerio del cafetal. En su testamento dejó a la fiel y discreta amante una asignación en cuotas anuales que nunca llegó a cobrar por completo. La haitiana Úrsula falleció en La Habana en 1860, a los 70 años. 
 
Desde hace mucho tiempo de Angerona solo quedan las ruinas, testigos de una riqueza extraordinaria y perdida. Y las leyendas del amor tórrido y escondido de Cornelio y Úrsula. 
 
Desde hace varios años, el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de La Habana, junto con estudiantes de universidades canadienses y arqueólogos locales, vienen realizando campañas de excavación en Angerona. 
 
Numerosas piezas han sido encontradas en los alrededores de la casa principal, los barracones de esclavos y el antiguo cementerio. 
 
Declarado Monumento Nacional en 1981, Angerona requiere de una importante inversión y un prolongado trabajo de restauración para devolverle su antiguo esplendor y convertirse en visita segura y atractiva de cubanos y extranjeros en su paso por Artemisa. 

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