Un día entre fieras

ARTÍCULO

UN DÍA ENTRE FIERAS

POR: JULIO A. LARRAMENDI

 
El pequeño ómnibus se adentra en un corto túnel hasta una gran puerta de acero que lentamente se va abriendo. Al traspasar la verja, comienzan las exclamaciones de asombro de pequeños y adultos: cebras, jirafas, rinocerontes, hipopótamos, elefantes y decenas de otros animales aparecen, en algunos casos, sobre el mismo camino por el que transitamos. Estamos en la Pradera africana del Zoológico Nacional de Cuba. 

La familia de hipopótamos, con dos intranquilos retoños, disfruta de las frescas aguas de su pequeña laguna, mientras los elefantes se cubren de barro, esparciéndolo con las trompas y los rinocerontes pastan tranquilamente en parejas. Nada denota la enorme furia que pueden desatar estas tres especies. Más allá, las manadas de cebras se desplazan por nuevos pastos y una jirafa interrumpe nuestro paso, mientras su pareja se alimenta de las hojas más altas de los árboles, sin dejar de cuidar a su pequeña cría. 

Fundado hace 37 años a 19 km del centro de la ciudad, en un enorme espacio de 342 hectáreas, el parque ha venido remozándose, recuperando áreas de exhibición de animales y de recreación para los visitantes. Hace algunos años recibió una importante donación del gobierno de Namibia que incluyó especies nunca antes vistas en Latinoamérica como el impala, el gran kudú, el antílope cuernos de corazón, la hiena parda y el zorro de orejas de murciélago. Hoy los 144 ejemplares de 22 especies se han adaptado perfectamente al nuevo hogar y gracias al trabajo del personal altamente calificado del zoológico, que vela por la salud de los animales y porque estos conserven los instintos y hábitos de alimentación, han logrado reproducirse. 

Después de la Pradera Africana el ómnibus se dirige al Foso de los leones, donde más de 40 de estos felinos descansan plácidamente. Un macho muestra en su rostro las huellas de la defensa de su territorio y de sus hembras. 

En el regreso, recorremos áreas donde los niños disfrutan de instalaciones de recreo y a los padres no les queda otra alternativa que comprarles helados, dulces y caramelos, alquilarles pequeños autos, montar un carrusel de miniatura, o tomarse una fotografía con un cachorro de león, todavía dócil, pero que ya muestra en sus garras un futuro nada pacífico. 

En otros espacios del parque, en jaulas y recintos cercados, limpios y luminosos, se exhiben monos, lobos canadienses y linces africanos. De estos últimos, recientemente nacieron dos hermosas crías. 

Tres vistosos guepardos descansan a la sombra de una frondosa arboleda. De pronto, un sonido casi imperceptible les hace levantar sus cabezas e inmediatamente, en fila y en rápida carrera, se acercan al lugar de origen del llamado. Sus movimientos gráciles y lo hermoso de la piel, ya bajo los rayos del sol, acusan la juventud de los felinos. Son los animales más rápidos del mundo y acortan la distancia en segundos. Es la hora de la comida, están nerviosos y, en posición de caza, muestran sus colmillos y dejan escuchar su amenazante gañido. 

Por estos días el Parque Zoológico vuelve a ser noticia con el nacimiento natural de cuatro cachorros de Tigres de Bengala, uno de ellos blanco, una mutación genética nunca antes vista en Cuba. 

Han transcurrido varias horas y se acerca el atardecer. Todavía el parque está lleno de visitantes que vienen a disfrutar de estas atracciones. Los linces nos miran con fiereza mientras los recién nacidos lo hacen con curiosidad. Quizás, para ellos, somos los que estamos en exhibición. 

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