La farmacia Triolet de Matanzas, un tesoro de Cuba

ARTÍCULO

LA FARMACIA TRIOLET DE MATANZAS, UN TESORO DE CUBA

POR: JULIO A. LARRAMENDI

Una ola de frío, frecuente en la llanura Habana-Matanzas, donde se han registrado temperaturas inferiores a los 5 0C, azota la llamada Atenas de Cuba y sus alrededores, con el consiguiente incremento de casos de catarro, afecciones pulmonares y agudización de los ataques de asma. 
 
El Dr. Triolet, preocupado por la frecuencia con que los clientes llegan a su farmacia buscando un remedio efectivo, se sienta en el laboratorio y repasa con la vista la enorme cantidad de frascos que guardan extractos de plantas y sustancias minerales, entre otros muchos productos. Es muy temprano en la mañana y su segunda esposa, doña María de los Dolores de la Caridad Cleofás Figueroa y Marty, le trae una humeante taza de café, recién tostado, molido y colado. A medida que degusta la infusión, siente una inyección de energía y optimismo. ¡Ya tiene la solución! 
 
Desde su introducción en Europa, el café estuvo presente en las farmacias para la preparación de remedios, sobre todo para los dolores de cabeza y las resacas de excesos etílicos, y todavía es posible ver frascos de cafeína en antiguas boticas y museos farmacéuticos. De uno de estos envases Triolet extrajo la materia prima para su nueva y exitosa formulación: el Café compuesto. 
 
Enrique Triolet Lelievre, natural de Lissy, Francia, obtuvo el título de doctor en Farmacia en 1860, tras lo cual arribó a Cuba invitado por el Dr. Juan Fermín de Figueroa Veliz, entonces llamado Rey de Boticas de Cuba, a quien había conocido en París, y también con el objetivo de visitar a sus padres, asentados desde hacía algún tiempo en Santa Isabel de las Lajas, actual provincia de Cienfuegos, en el centro de la Isla, donde ya tenían una farmacia. 
 
Conquistado por las posibilidades que el país ofrecía y la presencia familiar, revalidó su título en la Universidad de La Habana el 10 de enero de 1866, y junto con su amigo Juan Fermín fundó la botica Nuestra Señora de Regla en Sagua la Grande, ya entonces una ciudad moderna, rica y en pleno desarrollo, perteneciente hoy a la provincia de Villa Clara. 
 
Con el ánimo de ampliar el negocio, en 1880 los dos amigos visitaron a Matanzas, conocida como la Atenas de Cuba por su rica vida cultural y su floreciente economía basada en el azúcar, y decidieron construir una farmacia en el mejor lugar posible: frente a la Plaza de Armas. En menos de dos años levantaron un sólido y hermoso edificio de patio central y tres niveles, en estilo neoclásico, a tono con las corrientes arquitectónicas de finales del siglo xix. La planta baja se dedicó a la fabricación y expendio de medicamentos, una planta alta principal para vivienda y otra parcial en el nivel de la azotea, con una amplia vista de la ciudad y la bahía. 
 
Inaugurado el primero de enero de 1882, el éxito fue inmediato y la fama de sus productos, la mayoría con formulaciones propias a base de componentes naturales, se expandió por Cuba y otros países. Más de 200 000 fórmulas que se elaboraban, envasaban y comercializaban en sus instalaciones entre 1882 y 1900, se encuentran asentadas en los libros conservados aún en la farmacia Triolet. 
 
Dado el reconocimiento recibido por su trabajo, la calidad de sus preparados y los precios asequibles, en 1900 el farmacéutico francés fue invitado a la Exposición Universal de París, donde participó con 11 productos merecedores de medalla de oro; entre estos, el Café compuesto ideado aquella fría mañana matancera. 
 
Irónicamente, pocas semanas después de concluida la Exposición y a la vista de la medalla de oro que ganó con sus recetas, Enrique Triolet enfermó de una severa pulmonía que le ocasionó la muerte. 
 
Sus herederos continuaron la tradición de la farmacia francesa; primero su viuda Dolores y después su hijo, Ernesto Luis Triolet Figueroa, nacido en 1893 y graduado de doctor en Farmacia de la Universidad de La Habana en 1914. 
 
Como parte del proceso de socialización de la salud pública desarrollado por la Revolución Cubana, el establecimiento fue nacionalizado el 29 de noviembre de 1963, mediante contrato de compraventa formalizado en presencia de su dueño y los trabajadores. Poco después, y con el beneplácito de la familia, se propuso convertirlo en un museo, lo cual se materializó el 30 de abril de 1964. 
 
En la inauguración, el historiador Julio Le Riverend, en representación de la Academia de Ciencias de Cuba, expresó: “Matanzas volverá a ser, como en pasadas glorias, una ciudad de alta cultura y será reconocida en todo el país”. El Dr. Ernesto Triolet, nombrado entonces conservador del Museo Farmacéutico, ofreció a los presentes la primera visita dirigida, durante la cual expuso la relevante historia de su familia y exhortó a la conservación de todos los bienes patrimoniales allí exhibidos. 
 
Declarado Monumento Nacional en 2007 y considerado por muchos conocedores como el más completo de su tipo en el mundo, el Museo Farmacéutico de Matanzas se encuentra en la Lista Indicativa para ser propuesto a la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Entre sus viejos muros y hermosos anaqueles se conserva la atmósfera de la botica francesa del siglo xix, con su valioso conjunto de potes, frascos, etiquetas, recetarios, instrumentos para el ejercicio de la Medicina y para la elaboración de formulaciones…; millones de piezas —en el mismo lugar escogido por sus fundadores, hará muy pronto 140 años— iluminadas por la luz tropical que se filtra a través de los coloreados medios puntos de la fachada donde permanece estampado un apellido ganado para la ciencia y la cultura cubanas: Triolet.  

FOTOS

12+